La diabetes tipo 2, cuando no se controla adecuadamente, puede generar complicaciones graves que afectan órganos vitales como los riñones, los ojos, el corazón y el sistema nervioso. Estas complicaciones no se desarrollan de la noche a la mañana: son el resultado de años de hiperglucemia crónica, presión arterial elevada, dislipidemia y otros factores que poco a poco van dañando los vasos sanguíneos y tejidos sensibles. La buena noticia es que gran parte de estas complicaciones son prevenibles, siempre que el paciente y su equipo de salud actúen con estrategia, constancia y visión a largo plazo.
El daño renal relacionado con la diabetes se conoce como nefropatía diabética. Es la causa número uno de insuficiencia renal crónica en el mundo y, en etapas avanzadas, puede requerir diálisis o trasplante. El primer signo suele ser la presencia de microalbuminuria, es decir, pequeñas cantidades de proteína (albúmina) en la orina. Esta alteración puede aparecer incluso en personas con niveles “aceptables” de glucosa, por lo que se recomienda realizar pruebas de albuminuria al menos una vez al año en todos los pacientes con diabetes. Mantener la presión arterial por debajo de 130/80 mmHg y usar medicamentos protectores como los inhibidores de la ECA (enalapril, lisinopril) o los antagonistas del receptor de angiotensina (losartán, telmisartán) puede frenar de forma significativa la progresión del daño renal.
En el caso de la retinopatía diabética, se trata de un daño progresivo en los pequeños vasos sanguíneos de la retina, que puede conducir a pérdida de la visión e incluso ceguera. Esta complicación suele avanzar sin síntomas hasta etapas tardías, por lo que el examen de fondo de ojo anual es una medida obligatoria en todas las personas con diabetes, incluso si “ven bien”. Controlar la glucosa, evitar picos hiperglucémicos y tratar la hipertensión y dislipidemia son las principales estrategias preventivas. En etapas avanzadas, tratamientos como la fotocoagulación láser o las inyecciones intravítreas de antiangiogénicos pueden ayudar a preservar la visión, pero la prevención sigue siendo la mejor medicina.
El riesgo cardiovascular en personas con diabetes es hasta dos a cuatro veces mayor que en personas sin esta condición. Infartos, accidentes cerebrovasculares, insuficiencia cardíaca y enfermedad arterial periférica son más frecuentes, más tempranos y más graves en pacientes diabéticos. Por eso, se recomienda un abordaje integral del riesgo cardiovascular que incluya no solo el control de la glucosa (idealmente con una HbA1c < 7%), sino también:
- Control de presión arterial (<130/80 mmHg)
- Control de lípidos (LDL < 70 mg/dL en pacientes de alto riesgo)
- Uso de estatinas en la mayoría de los adultos con diabetes tipo 2 a partir de los 40 años, incluso con niveles de colesterol normales
- Actividad física regular (mínimo 150 minutos semanales)
- Evitar el tabaquismo y reducir el consumo de alcohol
- Alimentación cardioprotectora, rica en vegetales, fibra, grasas saludables y con bajo índice glucémico
Además, los nuevos medicamentos para la diabetes ofrecen beneficios más allá del control glucémico. Fármacos como los inhibidores de SGLT2 (ej. dapagliflozina, empagliflozina) y los agonistas de GLP-1 (ej. semaglutida, liraglutida) han demostrado reducir eventos cardiovasculares y renales en grandes estudios clínicos, y hoy son recomendados como primera línea en pacientes con riesgo alto o enfermedad cardiovascular establecida.
Un aspecto que no debe olvidarse es la educación del paciente: saber qué es lo que debe vigilar, qué estudios realizarse, cuándo consultar, cómo identificar signos de alerta, y cómo integrar el autocuidado en su vida diaria. Visitas regulares al médico, seguimiento de indicadores clave como HbA1c, presión arterial, perfil de lípidos, función renal y exámenes oftalmológicos son parte de una rutina que, bien establecida, puede evitar complicaciones irreversibles.
En síntesis, la diabetes no tiene por qué conducir al deterioro progresivo si se mantiene bajo control. Las complicaciones a largo plazo no son un destino, sino una posibilidad que puede reducirse drásticamente con atención, conocimiento y compromiso. Cada acción preventiva tomada hoy es una inversión en años de salud futura. Porque la meta no es solo vivir más: es vivir mejor.