La diabetes tipo 2 es una enfermedad crónica caracterizada por una alteración en la forma en que el cuerpo regula y utiliza la glucosa (azúcar) como fuente de energía. A diferencia de la diabetes tipo 1 —que se presenta comúnmente en la infancia o adolescencia y es de origen autoinmune—, la tipo 2 se desarrolla cuando las células del cuerpo se vuelven resistentes a la insulina o cuando el páncreas no produce suficiente insulina para mantener los niveles normales de glucosa en sangre.
Durante décadas, se consideró una enfermedad exclusiva de adultos, particularmente mayores de 40 años. Sin embargo, en los últimos años, esta condición ha comenzado a diagnosticarse con mayor frecuencia en adolescentes e incluso en niños. Este cambio de patrón ha encendido las alarmas de la comunidad médica internacional.
El problema en cifras
De acuerdo con la International Diabetes Federation (IDF), actualmente más de 537 millones de personas viven con diabetes en el mundo, y se estima que el número aumentará a 643 millones para 2030. Lo más preocupante es que cada vez hay más diagnósticos en personas menores de 30 años.
En México, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) reportó en 2022 un aumento sostenido de diabetes tipo 2 en jóvenes entre los 15 y 29 años, un fenómeno vinculado a factores como la obesidad infantil, el sedentarismo y el alto consumo de azúcares refinados.
¿Qué está provocando este aumento?
- Obesidad infantil y juvenil: El sobrepeso es uno de los principales factores de riesgo. En México, más del 35% de los adolescentes presentan exceso de peso. Esto provoca una mayor resistencia a la insulina desde edades tempranas.
- Estilo de vida sedentario: Las nuevas generaciones pasan más tiempo frente a pantallas, con poco o nulo ejercicio físico regular, lo que disminuye la sensibilidad a la insulina.
- Hábitos alimenticios pobres: El consumo elevado de bebidas azucaradas, comida ultraprocesada y carbohidratos simples ha sustituido a la alimentación tradicional rica en fibra, vegetales y proteína.
- Factores genéticos: Tener familiares con diabetes tipo 2 aumenta significativamente el riesgo, sobre todo si el estilo de vida también es desfavorable.
¿Cómo se manifiesta la diabetes tipo 2 en jóvenes?
Aunque en muchos casos puede pasar desapercibida durante años, hay síntomas comunes que deben llamar la atención:
- Fatiga constante
- Aumento de la sed y la frecuencia urinaria
- Visión borrosa
- Infecciones recurrentes en piel o vías urinarias
- Pérdida de peso inexplicada
Un diagnóstico oportuno puede evitar complicaciones graves como daño renal, pérdida de visión, enfermedades cardiovasculares o neuropatía.
Diagnóstico y tratamiento
El diagnóstico se realiza mediante análisis de sangre como la glucosa en ayuno, la hemoglobina glucosilada (HbA1c) o una prueba de tolerancia a la glucosa. En jóvenes, especialmente si tienen obesidad, se recomienda comenzar a realizar chequeos desde los 10 años o al inicio de la pubertad.
El tratamiento inicial se enfoca en cambios en el estilo de vida, incluyendo alimentación saludable, pérdida de peso, ejercicio físico y manejo del estrés. Si no se logra un control adecuado, se recurre a medicamentos como metformina, el más utilizado en fases iniciales. En casos más avanzados, pueden indicarse medicamentos como inhibidores de SGLT2 (como dapagliflozina o empagliflozina) o análogos de GLP-1 (como liraglutida u Ozempic).
¿Se puede prevenir?
Sí. La diabetes tipo 2 en jóvenes es altamente prevenible. Estudios como el Diabetes Prevention Program (DPP) de los NIH en EE. UU. han demostrado que una pérdida del 5-7% del peso corporal y 150 minutos semanales de ejercicio pueden reducir el riesgo en más del 58%.
Para los padres y tutores, la prevención comienza en casa: fomentar una dieta equilibrada, limitar los alimentos ultraprocesados y promover la actividad física diaria son acciones esenciales.
El aumento de la diabetes tipo 2 en jóvenes no es solo una preocupación médica, sino también social y económica. Si no se actúa con políticas públicas, educación comunitaria y atención primaria efectiva, las generaciones futuras vivirán con enfermedades crónicas desde edades cada vez más tempranas.
Atender este problema es urgente. Y comienza por informarnos, actuar y transformar nuestros hábitos y los de quienes nos rodean.