En el tratamiento de la diabetes, la insulina sigue siendo un pilar fundamental, especialmente para quienes no logran un control adecuado con medicamentos orales o presentan deficiencia absoluta de insulina, como en el caso de la diabetes tipo 1. Con el tiempo, la medicina ha evolucionado desde el uso de insulinas humanas hasta el desarrollo de insulinas análogas modernas, diseñadas para ofrecer perfiles más estables, duraderos y seguros. Entre las insulinas basales más utilizadas en la actualidad se encuentran la glargina —comercializada como Lantus o Toujeo— y la degludec, cuyo nombre comercial más conocido es Tresiba. Aunque ambas buscan cumplir una función similar, existen diferencias importantes que vale la pena entender.
La insulina glargina fue una de las primeras insulinas basales análogas en el mercado. Su formulación le permite formar microprecipitados en el tejido subcutáneo, lo que garantiza una liberación sostenida y un efecto de hasta 24 horas. Lantus, que contiene glargina U-100 (100 unidades por mililitro), ha sido ampliamente utilizada durante más de dos décadas y es considerada segura, eficaz y de bajo riesgo de hipoglucemia nocturna en comparación con la insulina NPH, a la que reemplazó en muchas guías clínicas.
Posteriormente se introdujo Toujeo, una versión más concentrada de glargina (U-300), lo que permite inyectar un volumen menor con una absorción más lenta y prolongada, alcanzando hasta 36 horas de duración. Esta característica la hace especialmente útil en pacientes que requieren mayor flexibilidad en los horarios de aplicación o en aquellos con riesgo elevado de hipoglucemia. Además, Toujeo ha demostrado una variabilidad glucémica ligeramente menor y una tasa más baja de hipoglucemias severas en algunos estudios clínicos.
Por otro lado, la insulina degludec (Tresiba) representa una nueva generación de insulinas ultra-lentas. Su estructura molecular única permite la formación de multihexámeros en el tejido subcutáneo, generando una liberación aún más prolongada y estable, con una duración de acción superior a las 42 horas. Esto no significa que deba administrarse cada dos días —su aplicación sigue siendo diaria—, pero sí otorga una mayor seguridad ante olvidos o variaciones en el horario, y proporciona una curva prácticamente plana de insulina basal.
Diversos estudios comparativos, como el BEGIN y el SWITCH, han mostrado que Tresiba ofrece menor variabilidad interdía e intradía en los niveles de glucosa, además de una reducción estadísticamente significativa de los episodios de hipoglucemia, particularmente durante la noche. También se ha documentado su utilidad en pacientes con enfermedad renal crónica, donde la farmacocinética estable representa una ventaja importante.
En términos de dosis, tanto glargina como degludec se titulan en función de los requerimientos individuales de cada paciente, iniciando generalmente entre 0.2 a 0.4 unidades por kilogramo de peso corporal por día, y ajustándose según la glucemia en ayunas. En adultos con diabetes tipo 1, se usan como parte del esquema basal-bolus, mientras que en tipo 2 pueden combinarse con antidiabéticos orales como metformina, inhibidores SGLT2 o GLP-1.
En cuanto a costos y acceso, Tresiba suele ser más costosa que Lantus o Toujeo, lo que puede influir en la elección del tratamiento dependiendo del sistema de salud o la cobertura del paciente. En México, todas estas insulinas están disponibles en farmacias privadas y algunas instituciones públicas, aunque su acceso puede variar según la entidad federativa y el nivel de atención.
La elección entre glargina y degludec debe basarse en un enfoque individualizado, considerando factores como el riesgo de hipoglucemia, la necesidad de flexibilidad horaria, la presencia de comorbilidades y la disponibilidad económica. Ambas opciones ofrecen un perfil de acción superior a las insulinas humanas tradicionales, mejorando no solo el control glucémico, sino también la calidad de vida del paciente.
En definitiva, la aparición de estas insulinas modernas ha transformado la manera de tratar la diabetes, permitiendo un control más fisiológico, predecible y seguro. Aunque ninguna insulina sustituye el papel de la educación, el autocuidado y la adherencia, su correcto uso representa una poderosa herramienta para alcanzar metas terapéuticas sin comprometer la seguridad del paciente.