La neuropatía diabética es una de las complicaciones más comunes y debilitantes de la diabetes mellitus. Se estima que hasta el 50% de las personas con diabetes de más de 10 años de evolución desarrollarán algún grado de daño neurológico. A menudo comienza de forma silenciosa, con síntomas sutiles que se confunden con el envejecimiento o el cansancio, pero si no se detecta y trata oportunamente, puede avanzar hacia formas incapacitantes, dolorosas e irreversibles.
Esta condición se origina por el daño crónico a los nervios como consecuencia de los niveles elevados de glucosa en sangre, acompañados muchas veces de presión arterial alta, colesterol elevado, tabaquismo y microinflamación persistente. Aunque existen varios tipos de neuropatía diabética, la más frecuente es la neuropatía periférica distal simétrica, que afecta sobre todo los pies y las piernas, en forma ascendente.
Los primeros síntomas suelen incluir entumecimiento, hormigueo, sensación de ardor o pinchazos, que en ocasiones empeoran por la noche. También pueden presentarse calambres, disminución de la sensibilidad al dolor o a la temperatura, debilidad muscular o, en etapas más avanzadas, pérdida del equilibrio. El riesgo más temido es que el paciente no detecte lesiones, quemaduras o infecciones en los pies, lo que puede derivar en úlceras, infecciones profundas e incluso amputaciones si no se trata a tiempo.
Además de la neuropatía periférica, existen otras formas como la neuropatía autonómica, que afecta el funcionamiento involuntario del cuerpo, incluyendo el control de la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la digestión, la vejiga y la función sexual. Esta variante puede manifestarse con mareos al ponerse de pie, diarreas o estreñimiento crónicos, disfunción eréctil o vaciamiento gástrico lento (gastroparesia).
El diagnóstico se realiza principalmente con base en la historia clínica, examen físico y pruebas simples de sensibilidad táctil, térmica y vibratoria. Instrumentos como el monofilamento de 10 g o el diapasón de 128 Hz permiten detectar la pérdida sensorial de manera práctica en la consulta médica. En casos más complejos, pueden requerirse estudios de conducción nerviosa o electromiografía.
El pilar fundamental para prevenir y tratar la neuropatía diabética es un control glucémico estricto y sostenido. Varios estudios, como el Diabetes Control and Complications Trial (DCCT) y el UKPDS, han confirmado que mantener la hemoglobina glucosilada (HbA1c) por debajo de 7% reduce de forma significativa la aparición y progresión del daño neurológico.
En cuanto al tratamiento sintomático, existen varias opciones farmacológicas para el dolor neuropático, avaladas por guías internacionales. Entre las más utilizadas destacan:
- Gabapentina (ej. Neurontin), iniciando desde 300 mg al día y ajustando progresivamente hasta 1800–3600 mg, dependiendo de la tolerancia.
- Pregabalina (Lyrica), entre 75 y 300 mg diarios, eficaz para el dolor y el insomnio asociado.
- Duloxetina (Cymbalta), un antidepresivo dual aprobado para dolor neuropático, que también mejora síntomas depresivos y de ansiedad.
- Amitriptilina, un antidepresivo tricíclico útil en dosis bajas (10–50 mg), aunque con mayor riesgo de efectos adversos.
- Ácido alfa-lipoico, un antioxidante que ha mostrado beneficios en la regeneración nerviosa y reducción del dolor en algunas investigaciones, especialmente en dosis de 600 mg diarios.
Es importante recalcar que los analgésicos comunes como el paracetamol o los antiinflamatorios no esteroides (AINEs) no son eficaces para el dolor neuropático y no deben ser la base del tratamiento. El abordaje debe ser individualizado, evaluando la eficacia, tolerancia y riesgos de cada opción.
Además del tratamiento farmacológico, intervenciones no farmacológicas como la fisioterapia, estimulación nerviosa eléctrica transcutánea (TENS) y el acompañamiento psicológico pueden complementar el manejo del dolor crónico y mejorar la calidad de vida del paciente. La educación en el cuidado del pie diabético es esencial: revisión diaria, uso de calzado adecuado, hidratación de la piel, y visitas regulares al podólogo son medidas preventivas obligatorias en quienes presentan neuropatía.
La neuropatía diabética no tiene una cura definitiva, pero sí es tratable y, sobre todo, prevenible. La clave está en el control riguroso de la glucosa desde etapas tempranas, la vigilancia de los síntomas iniciales y un abordaje integral que incluya tanto medicamentos como autocuidado diario. Detectarla a tiempo es evitar complicaciones mayores, dolor innecesario y pérdida de autonomía. Porque sentir menos no debe significar vivir menos.